Dulces Recuerdos De Mi Patria
Cuando salí de La Habana para realizar mi vocación de ser hijo de Abraham, pude ver la ciudad con sus enigmáticos muros de piedras con otros ojos. Una mirada al pasado con nostalgia, pero a la vez una mirada de amor, como cuando un jardinero corta la más bella rosa, o le pone nombre a una flor. Deseé bajo otro cielo sentir cada noche el añorado cañonazo de las nueve para comprobar mi reloj. Cuando los atardeceres se fueron prolongando en la distancia, y los nubarrones anunciaban grandes tormentas, sentí una y mil veces la necesidad de volver a ver la luz del faro del Morro.
Cuando todo parecía que me iba a tragar los tormentos de la vida y sus afanes, creía que era el fin triste de mis días, encontré la mano amiga de María y León. No solo encontró mi tía mis sustitutos, sino en ellos encontré la familia que Dios me arrebató. Conocí entonces que solo se quedan los huérfanos, cuando ya no pueden mandar dos pesetas para los que están allá. Fue en ese momento cuando se abrió el cielo, y con las gotas de rocío más auténticas comenzó la amistad de León; un poco después tuve la suya y usted fue mi siniestra mano y ambas hicieron posible que pronto mi hijo engendrado en medio de la nostalgia viera la luz hoy.
-- Elpidio Ismael Lopez Rodriguez